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Mostrando las entradas de octubre, 2024

Realidad líquida

 En una pequeña casa, al final de una calle tranquila, Pedro disfrutaba de su ritual nocturno. Tras un largo día de trabajo, se sumergía en la calidez del agua de la ducha, dejando que las preocupaciones se desvanecieran con cada gota que caía. Al finalizar, se secaba, se vestía con ropa cómoda y se dirigía a la cama, listo para perderse en el sueño. Pero cada noche, justo cuando el silencio envolvía la casa, un sonido inquietante rompía la calma: el goteo del agua de la regadera. Al principio pensó que era un problema de plomería. Sin embargo, cada vez que se acercaba al baño, las llaves estaban cerradas y todo parecía en su lugar. Cada noche, el ritual se repetía, el goteo resonando en la oscuridad, como un eco de algo que él no podía ver. Una sensación de inquietud se asentaba en su pecho, pero no podía evitar la curiosidad. Una noche, decidido a descubrir la fuente del sonido, colocó su grabadora junto a la regadera antes de irse a la cama. Cerró los ojos, dejando que el sueñ...

Ecos en el Microondas

  Ecos en el Microondas En una antigua casa de estudiantes, donde las risas y las discusiones llenaban cada rincón, un viejo microondas se erguía en la cocina como un guardián silencioso de secretos. Era un aparato viejísimo, con manchas de uso y un botón que, a veces, se negaba a responder. Sin embargo, los inquilinos habían llegado a depender de él. Cada noche, tras largas jornadas de clases y estudios, el microondas se convertía en el centro de atención, calentando cenas y refrigerios. Era una regla no escrita: después de usarlo, la puerta del microondas debía permanecer cerrada. Lo hacían por costumbre, quizás porque todos sabían que una puerta abierta significaba una invitación al desorden. Pero, de vez en cuando, algo extraño sucedía. En las mañanas, al despertar, uno de los estudiantes siempre encontraba la puerta del microondas abierta, como si alguien hubiera estado allí, manipulando el aparato en la noche. Nadie podía recordar haberlo usado, y aunque se miraban entre sí...

El Burócrata y el Misterio de los Cordones Desatados

  En una ciudad donde el tiempo parecía haberse detenido, un burócrata llamado Martín pasaba sus días en una oficina gris y polvorienta. Cada mañana, se vestía con un traje que había visto mejores días y se dirigía a su trabajo, un edificio anticuado que albergaba almas perdidas como la suya. Su escritorio, viejo y repleto de documentos arrumbados, era un fiel reflejo de su vida: un caos que nadie se molestaba en ordenar. Martín se sentaba en una silla incómoda, cuya tapicería desgastada le recordaba cada día que su existencia carecía de propósito. Pasaba horas revisando papeles, firmando documentos sin sentido y asistiendo a reuniones que parecían no llevar a ningún lado. La monotonía era su compañera constante, y la sensación de vacío lo envolvía como una sombra inquietante. Al levantarse para ir al baño o a la máquina del café, siempre se encontraba con la misma sorpresa: sus cordones desatados. Miraba hacia abajo, confundido, y con un suspiro resignado, se agachaba para atar...