Ecos en el Microondas
Ecos en el Microondas
En una antigua casa de estudiantes, donde las risas y las discusiones llenaban cada rincón, un viejo microondas se erguía en la cocina como un guardián silencioso de secretos. Era un aparato viejísimo, con manchas de uso y un botón que, a veces, se negaba a responder. Sin embargo, los inquilinos habían llegado a depender de él. Cada noche, tras largas jornadas de clases y estudios, el microondas se convertía en el centro de atención, calentando cenas y refrigerios.
Era una regla no escrita: después de usarlo, la puerta del microondas debía permanecer cerrada. Lo hacían por costumbre, quizás porque todos sabían que una puerta abierta significaba una invitación al desorden. Pero, de vez en cuando, algo extraño sucedía. En las mañanas, al despertar, uno de los estudiantes siempre encontraba la puerta del microondas abierta, como si alguien hubiera estado allí, manipulando el aparato en la noche. Nadie podía recordar haberlo usado, y aunque se miraban entre sí con desconfianza, el misterio se desvanecía rápidamente entre risas nerviosas.
Una mañana, mientras desayunaban, Clara, una de las inquilinas, decidió abordar el tema. "¿No les parece raro que la puerta del microondas siempre esté abierta?" preguntó, su voz temblando ligeramente. Los demás se encogieron de hombros, pero la inquietud comenzó a crecer.
—Quizás es un eco del pasado —bromeó Javier, el más escéptico del grupo—. Una señal de que este microondas tiene historia.
Sin embargo, la broma se volvió más seria cuando, días después, la puerta del microondas amaneció abierta de nuevo. Esta vez, Clara sintió una extraña atracción hacia el aparato. Decidió investigar. Esa noche, se sentó en la cocina, con un cuaderno y una linterna, dispuesta a esperar. Las horas pasaron, y el silencio de la casa se tornó pesado. A medida que la noche se profundizaba, Clara empezó a escuchar un susurro sutil, como si el microondas estuviera hablando en un idioma olvidado.
Al principio, pensó que era su imaginación, pero el sonido se hizo más claro, más insistente. Era un eco de risas, de conversaciones, de un tiempo que no era el suyo. A medida que se acercaba, sintió un escalofrío recorrer su espalda. La puerta del microondas se abrió lentamente, como si una mano invisible la empujara. Clara contuvo la respiración y se asomó al interior.
En lugar de un espacio vacío, vio imágenes borrosas: una mesa llena de comida, un grupo de estudiantes riendo, pero todo se tornaba cada vez más oscuro. Las voces se mezclaban, resonando en su mente, mientras Clara sentía que el tiempo se desvanecía.
De repente, las imágenes comenzaron a cambiar. Se veía a sí misma, en el mismo lugar, pero más joven. La chica que solía ser estaba sentada en la mesa, riendo con amigos que no reconocía. Todo se sentía familiar y extraño a la vez. Clara sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que algo estaba mal.
En ese momento, un grito resonó a través del microondas, y las risas se convirtieron en caos. La escena se volvió borrosa, y Clara se sintió atrapada en un torbellino de emociones. La puerta del microondas se cerró de golpe, y el eco de las risas se desvaneció en la oscuridad.
Despertó de la visión, temblando. La puerta del microondas estaba abierta de nuevo y el silencio la envolvía. Se sentó, confundida y aterrorizada, sin comprender del todo lo que había presenciado. ¿Era un recuerdo? ¿Una advertencia? ¿Un eco de un pasado que nunca había llegado a conocer?
A la mañana siguiente, Clara compartió su experiencia con los demás, quienes la escucharon con atención. Sin embargo, el ambiente en la casa se tornó tenso. Nadie volvió a usar el microondas. La puerta permaneció abierta, y el eco de aquel evento seguía resonando en la mente de Clara.
Los días pasaron y, aunque el microondas quedó en desuso, la sensación de ser observada se hizo más palpable. A veces, Clara creía sentir una presencia en la cocina, pero siempre se desvanecía en el aire. La casa, una vez llena de risas, se tornó en un lugar de incertidumbre.
Finalmente, una noche, mientras Clara intentaba dormir, un sonido la despertó. Era el microondas, emitiendo un suave zumbido. Se levantó y fue a la cocina, donde encontró la puerta del microondas abierta de par en par. Su corazón se aceleró al recordar la visión de la noche anterior.
Al asomarse al interior, se dio cuenta de que ahora había un único objeto: una pequeña nota amarilla. La tomó con manos temblorosas y leyó: "No olvides el pasado". La tinta se había difuminado, pero Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
En ese instante, comprendió que el microondas no solo era un electrodoméstico, sino un contenedor de recuerdos, un eco de vidas pasadas que resonaban en su presente. La duda se instaló en su mente: ¿qué había sucedido realmente en esa casa antes de que ella llegara? ¿Qué otros secretos guardaba el microondas?
Así, el viejo aparato se convirtió en un símbolo de lo desconocido, dejando a Clara con una inquietante pregunta: ¿cuánto del pasado está dispuesto a recordar y cuánto es mejor dejar en el olvido?
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